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Arien Xuan

La pintura de Arien Xuan López, nacido en La Habana, no es sólo una expresión de oficio y fantasía. Tanto en sus paisajes de la capital cubana, a la vez coloridos y con elementos cotidianos de la erosión urbana, como en la muy personal figuración, donde se funde lo onírico con lo expresionista, es posible hallar señales de su propia vida. Ahí están, convertidos en estampas poscostumbristas o en singulares metáforas plásticas, los rastros del ambiente y el medio social que vivió, su interés por el comic y la ciencia ficción, el acercamiento curioso a lo misterioso y las “ciencias ocultas”, la “cultura del rock” compartida en tiempos de juventud y una visión crítica respecto del suceder histórico. Y permanece interiorizada, además, la evolución de una personalidad que ha fundido su vocación por el arte —en parte heredada de abuelo y padre pintores—, el afán de dibujar desde la infancia, el sentido de ordenamiento visual adquirido durante sus estudios profesionales de diseño gráfico, y su dominio manual forjado en la batalla de búsquedas frente al lienzo y las cartulinas, que exteriorizaban imágenes de la subjetividad o cumplían roles de supervivencia.

Quien conozca el entorno viejo y arquitectónicamente destruido que muestra la tradicional ciudad de La Habana, reconocerá uno de los componentes temáticos más constantes de la obra de este artista, que consiguió hallar allí —no obstante— inspiración para sus preocupaciones estéticas en términos de texturas, contraluces, gamas cromáticas y valoración sociológica de lo percibido. Edificaciones a veces transformadas en ruinas indemnes, autos de otra época devenidos íconos de la memoria, verdaderas “montañas” de basura inundando la escena pública, y gentes de todo tipo en su vivir insólito, le sirvieron para estructurar una poética de revelaciones autobiográficas que trascendía el aspecto memorial, y conseguía funcionar también como evocación hedonista. Se trata de un modus operandis pictórico en el cual la capacidad de ver y sus habilidades técnicas evidentes, le permiten extender el registro del hacer paisajístico a otras circunstancias, parajes, motivos y solicitudes.

En la otra faceta de la ejecutoria artística de Arien Xuan, donde la imagen plástica funciona como “sistema de secuencias” que saca a la luz lo que cobra vida en su conciencia y apreciación fantástica, se nota su interés de siempre por lo mágico, extraterrenal, cósmico y parasicológico. Tales signos lo conectan de cierta manera con las iconografías posmodernistas, le permiten desplegar distorsiones y mixturas deliberadas en las figuras que maneja, y convierten su lenguaje de pintor y dibujante en un modo de darle forma a esa otra dimensión —un tanto de sueños y pesadillas— que integra lo real y lo ficticio, lo experimentado a nivel social con lo individual, las “claves contraculturales” conocidas y una deliberada recreación del plano compositivo. Sus obras resultan así emisiones bien resueltas, destinadas a comunicar sus ideas y placeres estéticos, a sugerirnos la presencia de algunas de las cicatrices y molestias fijadas en el ámbito insular donde nació, y a establecer con los espectadores un diálogo imaginativo sobre la base de emociones, razones y especulaciones diversas.